Había comido con un cliente en Bilbao. Me contó su vida bajo el dominio nacionalista: él se sentía español... Me habló mucho de su familia, de sus padres, de la experiencia allí de la guerra civil, de la lucha de tantos por defender sus tradiciones, del terrorismo...
Al poco, cogía el avión de regreso a Madrid. Di vueltas a sus ideas y no se cómo pude relacionar todo eso con una historia de 1939 que había oído contar a mi abuelo Blas. Tomé notas en un papelajo, y cuando llegue a casa pensaba contar todo en una entrada más de El Alcalde de Zalamea, pero mi mujer, al conocer la historieta de mi cliente vasco y su relación con lo que contaba mi abuelo, me dijo:
-Blas, aquí hay para una novela...
Habrá que darle las gracias a tu mujer, si nos gusta, claro...
ResponderEliminarJ.